Nuestra historia

Hace algún tiempo ya, cuando aún éramos profesores de la Universidad de Virginia en EEUU, Esteban y yo (Rut) veníamos todos los veranos a nuestro Ecuador natal. Este viaje lo hacíamos porque nunca quisimos vivir con la cabeza en el norte. Siendo profesores de literatura latinoamericana, tenía mucho sentido venir para reconectarnos con el país, la región y su literatura. El verano del 2012, al concluir el semestre para ir al Ecuador, teníamos algunos artículos pendientes que escribir con fechas de entrega inminente. Si íbamos, tendríamos que escondernos de parientes y amigos para poder escribir y entregar los textos a tiempo. Le pedimos a nuestra amiga Mercy Serrano que nos consiguiera una casita en la playa: en algún lugar de Manabí, lo más remoto posible, sin teléfono, ni internet y mejor aún, sin caminos transitables.

Es así como pasamos nuestro primer verano idílico en Don Juan, este caserío del cantón Jama, en el km 70 de la ruta Spondylus. Es verdad que el pueblito carecía de todo tipo de comunicación: la señal telefónica era muy mala, la casita que alquilamos no tenía internet y el camino era un boquete polvoso sobre el que pasaban y repasaban las máquinas constructoras de carreteras sin ningún afán o promesa de concluir su tarea. El lugar era ideal para concentrarnos a leer y escribir nuestros artículos; en eso estábamos cuando una tarde alguien golpeó nuestra puerta. Al abrirla me encontré con un gringo joven, con una sonrisa grande, como solo los gringos simpáticos tienen. Él me saludó en perfecto español: "soy James Madden, vivo aquí en Don Juan, y sé que ustedes son profesores de literatura». Me sorprendió mucho que supiera de nosotros. Habíamos llegado un par de días antes y solo habíamos salido a la tienda junto al puente para comprar lo básico. Aún no habíamos hecho amigos ni conocido a nadie, ¿cómo sabía sobre nuestro oficio? Bueno, esa es la naturaleza de un pueblo chico: todo se sabe, aunque no sepamos nunca cómo se supo eso que ya se sabe... 

En fin, luego de contarnos que debía ir a Quito al día siguiente y pedirnos el favor de bajar por las tardes a Don Juan para abrir una pequeña biblioteca que había organizado, James se quedó toda la tarde contándonos de su vida, su compromiso con la comunidad de Don Juan, con la de Tabuga en donde trabajaba como biólogo y coordinador de viajes estudiantiles con Fundación Ceiba. Su entusiasmo por el país, sus plantas, su geografía y por la gente de esta provincia era conmovedor. Nos dijo, entre otras cosas, que él se sentía más libre, más dueño de su vida y más vivo desde que vivía aquí en Don Juan, donde había construido su casa, junto a la de los pescadores. Su casa estaba pagada, no tenía hipoteca -credencial indispensable para ser adulto respetable en la cultura gringa- y él creía que la gente en los EEUU estaba loca, se pasaban la vida entera trabajando para legar hipotecas a las que se habían atado en servidumbre toda la vida. James es ese tipo de persona que exuda entusiasmo por lo que hace y sus argumentos, aunque algo extremistas, eran de una transparencia irrefutable.

Luego de la conversación e inmediata amistad vimos a James algunas veces ese verano, pero lo que nos sucedió en la pequeña biblioteca de Don Juan, fue lo que nos cambió la vida. Al día siguiente de la visita de James, bajamos con la llave a la hora convenida, como estábamos de vacaciones bajamos muy relajados sin fijarnos en la hora exacta. Al llegar a la pequeña construcción donde funcionaba la biblioteca, nos encontramos con más de 15 niños ¡esperando a la puerta! Simplemente era inaudito. En una comunidad de pesca artesanal 15 niños estaban esperando que se abriera su biblioteca. Esa noche re-evaluamos la dirección y sentido de nuestras vidas y decidimos que queríamos volver a Ecuador, hacer lo que hiciera falta para trabajar en una Biblioteca como la de James en Don Juan.

Cambio de piel...

Así comenzó un largo proceso de mudanzas y renuncias: dejamos nuestras posiciones permanentes como profesores de la Universidad de Virginia en Wise,  solicitamos fondos de investigación para retornar al Ecuador. Trabajamos con la ULEAM y la Universidad de las Artes, buscamos un pequeño terreno en Don Juan donde construir nuestra casa. Cuando estuvo terminada, tuvimos que desp´rendernos del maravilloso proyecto de la Universidad de las Artes para seguir adelante con nuestro sueño de vivir y trabajar con la gente de Manabí, sus pescadores y montuvios en Don Juan. Así, presentamos la renuncia a nuestros cargos de profesores a tiempo completo en Guayaquil el día 15 de marzo, 2016. Ese mismo día un camión llevó todas nuestras pertenencias de Guayaquil a Don Juan, cantón Jama.

Un mes más tarde, el 16 de abril del 2016, habiendo terminado los últimos detalles de la nueva casa, estábamos celebrando lo que creíamos sería nuestra última mudanza. ¡Y casi lo fue!, Esa tarde, estando en el patio a las 6:50 de la tarde fuimos testigos del poder de una bestia magnífica: un terremoto de 7.8 puntos.  En un minuto sacudió y rompió todo lo que habíamos planeado y construido con ilusión. 

Así fue como aprendimos de la  Impermanencia. 

Nacimiento de la Fundación A mano Manaba (FAMM)

A los pocos días del terremoto, en medio de los escombros, la necedad de seguir adelante y la urgencia de abrir espacios que nos rescataran de la tristeza y el desaliento, junto a otra amiga incondicional, Alexandra Cusme, cargamos unos pocos libros sobre el lomo de nuestro pequeño burro Domingo (cuyo nombre completo es Domingo Faustino Sarmiento), y bajamos con una campana a llamar a los niños a reunirse a leer. Domingo, el burrito librero tuvo una gran convocatoria y enseguida los niños acudieron al llamado de los libros. 

En esos mismos días, el amigo James, quien ahora vivía en California regresó a Don Juan trayendo ayuda a los damnificados. Sentados sobre los escombros de lo que había sido su casa, planteamos la idea de un centro intercultural que tuviera como motor principal una biblioteca comunitaria. James ponía a disposición de la organización emergente el terreno donde había estado su casa para allí levantar un centro intercultural y biblioteca. En esa casita semi derruida se decidieron los primeros pasos para crear FAMM, y también allí nos encontramos con los primeros amigos y auspiciantes externos:  María Espinosa de Ayuda Directa, luego vino la visita de Susan Poats de la Corporación Grupo Randi Randi;  la Caravana Arte por la Vida de La Trinchera de Manta; los colectivos De la Floresta y Pic Nic de Palabras de Quito y muchos otros que se han ido juntando a la ilusión de generar una biblioteca liberadora.  Sobre esta historia funciona hoy el Centro Intercultural A mano manaba que es el lugar donde niñes, jóvenes y mujeres se vuelven fuertes a través de la educación. Este es el lugar donde la educación no se impone, se ofrece a través del juego, el respeto, la amistad.